Cuando hablamos de educar un perro, solucionar algún
problema en su comportamiento o adiestrarlo nos referimos básicamente a
enseñarle algo. Para ello debemos saber cómo aprende un perro, cuáles son los
mecanismos que le permiten gestionar la información recibida y manifestarla en
un comportamiento adecuado, conveniente para él. Uno de los procesos más
importante es el Condicionamiento Operante.
El fundamento del condicionamiento operante es sencillo
de explicar, se trata de la asociación del comportamiento realizado con las
consecuencias que derivan de él. Si estas consecuencias son positivas, el
comportamiento se refuerza y tiende a repetirse. Si no hay consecuencias o son
negativas, el comportamiento tiende a desaparecer.
Es una ley natural, y tan real como lo de la manzana de Newton.
De esta forma el perro va confeccionando su
etograma, es decir el conjunto de comportamientos habituales, que de hecho son los que le resultan beneficiosos, los que le dan buenos resultados.
En la formación de este etograma nosotros los dueños tenemos un papel principal. A fin de cuentas es con nosotros con los que tienen la mayoría de las interacciones y los que controlamos sus recursos (comida, paseos, juegos…). De cómo y cuándo nos relacionemos con nuestro perro y administremos los recursos dependerá su comportamiento.
Desgraciadamente, demasiadas veces, no lo hacemos
correctamente. Por ejemplo, si el perro ladra y yo le doy un trozo de pan para
que se calle, estoy marcándole ese comportamiento como beneficioso. Si pide
comida cuando estoy en la mesa y le doy, para que me deje en paz, estoy
marcándole ese comportamiento como beneficioso. Así que él los repetirá una y
otra vez. Incluso si un día no obtiene lo que quiere, su comportamiento se
volverá más intenso (ver la entrada “Explosión de la extinción”).
Pero conocer esta ley del comportamiento y nuestro intelecto superior (o al menos, eso se nos supone) nos dan la oportunidad de enseñar a nuestros perros aquellos comportamientos que nos interesan. Aquí os dejo los enlaces a entradas de educación en positivo, en las que ponemos el condicionamiento operante a nuestro servicio.
Pero conocer esta ley del comportamiento y nuestro intelecto superior (o al menos, eso se nos supone) nos dan la oportunidad de enseñar a nuestros perros aquellos comportamientos que nos interesan. Aquí os dejo los enlaces a entradas de educación en positivo, en las que ponemos el condicionamiento operante a nuestro servicio.
- Pipís y popós: Cómo enseñarles a que hagan sus necesidades en el lugar adecuado.
- Morder jugando: Cómo enseñarles a no morder mientras juega.
- Saltar para saludar: Cómo enseñarles a saludar correctamente.
- Jugar sin romper: Cómo enseñarles a jugar con sus juguetes.
- Camas y sofás: Cómo enseñarles a que descansen en sus camas.
- Pedir comida: Cómo enseñarles a que no molesten mientras comemos.
Hay comportamientos que se refuerzan solos. |
Supongo que algunos habréis pensado que si trabajamos convenientemente con las consecuencias negativas (o sea los castigos y demás) también estamos enseñando, el perro aprende qué es lo que no debe hacer.
Y es posible que aprendan cosas (fundamentalmente a evitar castigos), pero a qué precio. No podemos olvidar un componente muy importante en el aprendizaje, y es el aspecto emocional. Si los perros fueran robots, podríamos usar los castigos sin cuidado. Pero no lo son, son seres vivos, con sentimientos y emociones. Y esos castigos causan malestar físico y psicológico, producen estrés (que paradójicamente dificulta el aprendizaje y la memoria) crean frustración, miedos e inseguridad.
Si podemos enseñarles las cosas en positivo, ¿por qué
usar el castigo?
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