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CASO: Bes y Bacus


SITUACIÓN INICIAL:


Csabi y Sabina, guardeses de una preciosa finca en San José, me llamaron un poco alarmados. Los dueños de la finca habían adquirido un par de dogos alemanes y pasados unos meses, la convivencia con ellos no era todo lo buena que esperaban.




Las quejas se basaban en el comportamiento impulsivo y juguetón de los animales, con el inconveniente adicional de su tamaño, tenían tan solo 7 meses y ya pesaban más de 40 kg. Se subían a los sofás de su casa, entraban en las habitaciones, lo olisqueaban todo, saltaban sobre las visitas, también sobre los coches que venían, saltaban el muro de la finca, incordiando a los vecinos, tiraban en los paseos. Csabi y Sabina estaban realmente agobiados, esos comportamientos no tenían pinta de mejorar con el tiempo, lo cual era cierto.





DIAGNÓSTICO:
Cuando fui a verlos, encontré dos preciosos perros, amigables, juguetones y llenos de energía. También vi dos personas desbordadas por la situación, sabían que debían parar esos comportamientos pero no sabían cómo hacerlo sin excederse.


Por otra parte había que prestar atención a un aspecto muy importante: Bes y Bacus iban a vivir en una finca y este aislamiento puede a la larga provocar una falta de socialización con el resto de perros, personas y otros estímulos. Esta situación se puede volver incluso peligrosa cuando los perros salieran a pasear o simplemente al veterinario.


TRATAMIENTO:
Se trataba de educar a esos dos bribones. La educación de un perro requiere paciencia, dedicación, constancia, pero también rectitud. Todo eso mezclado con cariño y diversión acaba siendo un entretenimiento perfecto para todos.

El primer paso era enseñarles a controlar sus perros y cómo corregir los comportamientos no deseados. Ignorar lo que no nos gusta y recompensar lo que está bien es la base de la educación, de la canina también. Además nos ayudamos de un adiestramiento básico.


Empezamos por prohibirles ciertas cosas, como subirse a los sofás. Para ello, se les dio una alternativa aceptable. Se les puso en lugares convenientes una manta para cada uno a la cual se les llevaba si intentaban subirse al sofá y se les premiaba cada vez que se quedaban en ella o se echaban por propia iniciativa. Cada vez que se subían al sofá se les bajaba y se les pedía que se fueran a su camita. También les enseñamos a no entrar en las habitaciones. Cuando lo intentaban se les paraba y se les pedía un "sit" y se le premiaba. 


Saltar sobre la gente y los coches se había convertido en una costumbre. Lo hacen las primeras veces, nadie les dice nada e incluso se les ríe la gracia y a partir de entonces lo hacen por hábito. Teníamos que evitarlo por los daños a los coches y las molestias a las visitas, pero sobre todo porque los perros iban a convivir con niños de corta edad.

Así que empezamos a practicar ejercicios para corregirlo. El objetivo era que incluso jugando no se levantaran a dos patas. A base de repetir e insistir mucho fueron cambiando los hábitos.

El problema de escapar saltando el muro parecía mal asunto. Ya estaban castrados, así que la única solución que veía era levantar una valla sobre el muro. Ellos habían oído hablar de ciertos collares eléctricos, pero no es buena idea. La generosidad de los dueños de la finca se puso de manifiesto cuando decidieron levantar la valla, ahorrando a los perros llevar collares de descargas eléctricas, cuyo uso está desaconsejado por los principales especialistas de comportamiento animal.

Comenzamos también un programa de socialización con todo tipo de estímulos, como los sonidos y ajetreo de la ciudad. Con las personas no mostraban ningún problema, así que insistimos en la convivencia con otros perros, ya fuera en casa o en los paseos.


EVOLUCIÓN:
El cambio fue extraordinario, y debo decir que ha sido posible gracias a la enorme colaboración y constancia de Csabi y Sabina. Hicieron un magnífico trabajo. Ahora Bes y Bacus viven en unas casetas al aire libre, ya que no era viable que siguieran en casa. La valla impide sus correrías por las fincas vecinas. Aprendieron a no molestar a los coches que vienen y a no saltar sobre la gente.


El aislamiento de vivir en la finca se suple con paseos frecuentes por Ibiza y otros pueblos y concertando citas para que se reúnan con más perros. Disfrutan como enanos mientras continúan practicando unas relaciones correctas.

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