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CASO: Aníbal, de general a soldado


David y Sara me llamaron porque el comportamiento de su perro empezaba a causarle problemas. Aníbal, pastor alemán de 15 meses molestaba a uno de sus vecinos con sus ladridos.


Saltar era su forma de saludar.


                        
                         SITUACIÓN INICIAL:

Cuando fui a su casa los primeros 10 minutos fueron reveladores. Aníbal estaba en el jardín y tenía un bozal de tela, para que no ladrara. Cuando le dejaron entrar fue directamente a por mí y empezó a olisquearme y a subírseme encima de una forma un tanto bruta, empujándome y arañándome. David intentaba pararlo a empujones y Sara "razonando" con él.


(*) No recomiendo el bozal de tela en el manejo diario. Su uso debe limitarse a acciones concretas en el veterinario y poco más. Lo primero porque su funcionamiento se basa en mantener la boca completamente cerrada del perro, lo que le incomoda y le imposibilita el jadeo (básico para su bienestar). Lo segundo porque no se suele usar correctamente, dejando algo de holgura, lo que permite el mordisco de objetos o partes del cuerpo más delagadas, como dedos o extremidades de niños pequeños. El bozal de rejilla es mucho mejor pues garantiza la ausencia de mordiscos y permite al perro jadear y un movimiento de mandíbula normal. Sí, cierto, parecen Hanníbal Lecter, pero ellos están cómodos, y tú tranquilo.

David y Sara "convenciéndole" de que se portase bien.

Le quitamos el bozal y siguió con su comportamiento molesto, ahora también mordisqueando mis manos y piernas. No atendía a las correcciones de la pareja, pese a que insistían en pararle.




Pasado un buen rato se tranquilizó y pudimos empezar la consulta. Lo visto y una distendida conversación posterior me dejaron claro que no solo tendríamos que corregir el posible ladrido excesivo. Había otra serie de comportamientos en los que deberíamos trabajar: saltar a la gente, morder durante el juego; pero también, tirar en los paseos, entrar en la cocina, subir al sofá, ponerse pesado con todo el mundo,…


 LADRIDOS:

Lo más urgente, no obstante, era el problema del ladrido, había un vecino disgustado. Pero la verdad es que Aníbal no había ladrado mientras estaba yo allí. Así que decidimos ponerle a prueba: Salimos fuera para darle juego intenso… y no ladró. Lo dejamos solo en casa… y no ladró. Hicimos explotar unos petardos al lado del jardín… y no ladró. Tampoco ladró cuando lo hicieron los numerosos perros que viven en su entorno.

Solo ladró cuando nos acercamos a la valla del jardín desde fuera. Lo cual es bastante normal. Afortunadamente la casa de David y Sara forma parte de una urbanización de adosados de manera que no hay acceso directo a su valla. 

La conclusión, curiosamente, fue que es un perro poco ladrador. Sus dueños estaban de acuerdo conmigo, pero ante la insistencia del vecino prefirieron consultar. 

No se le puede pedir a un perro que no ladre nunca. Así que el vecino tendrá que reflexionar sobre qué le pasa para que, como él mismo asegura, solo le molesten los ladridos de Aníbal.


DIAGNÓSTICO:
 
El resto de problemas de comportamiento habían surgido como consecuencia de una inadecuada educación. Algunos puntos básicos fallaron a la hora de enseñarle reglas de convivencia a Aníbal que, como buen general Cartaginés, se creyó con derecho a hacer lo que quisiera. 

Dormir en el sofá, uno de sus privilegios.
Y es que hubo una cadena de errores en el modo de educar: las correcciones no eran  efectivas. Así que se acababan recompensando comportamientos inadecuados. Sara no marcaba autoridad. Aníbal, a consecuencia de su desobediencia en las salidas, no se ejercitaba todo lo necesario, lo que causaba mayor excitación en él,...

David y Sara estaban viendo que la simpatía y el cariño que Aníbal les daba no compensaban su carácter nervioso y desobediente. 
(*)Desde el punto de vista humano, no compensa. Pero si nos fijáramos solo en el animal, tampoco sería un comportamiento adecuado. Los perros no son más felices por hacer lo que quieren. Necesitan unas reglas que estabilicen su comportamiento y sus relaciones con otros individuos.
 Así que nos pusimos manos a la obra. El general iba a ser degradado a soldado raso.


TRATAMIENTO:

Todo perro necesita un adiestramiento básico. Nos ayuda a tener control sobre el animal y que éste aprenda autocontrol. Afortunadamente, a Aníbal le habían enseñado a echarse a una orden, lo que era estupendo. Fácilmente lo cambiamos por un "SIT", más cómodo. 

Durmiendo en su cama.


 Lo siguiente era enseñarle qué queríamos que cambiara y mostrarle unos comportamientos alternativos, adecuados. Le enseñamos a acercarse a la gente sin saltar, a echarse en su cama en vez de en el sofá, a no tirar en los paseos y a no morder las manos de la gente que le toca.



 
Todo esto pudo conseguirse a base de recompensas y paciencia. Recompensamos hasta la saciedad las alternativas apropiadas que habíamos elegido e ignoramos cuando se comportaba inadecuadamente.

No fue difícil prohibirle el paso a la cocina.
Las correcciones son un tema controvertido. Cuando corregimos a un perro, generalmente no sabe por qué se le corrige, lo que le causa malestar. NO sabe cómo evitar esas correcciones haciendo que se sienta estresado ante las situaciones en las que se le corrige. Este estrés dificulta su aprendizaje y empeora la convivencia.

Sara empezó a disfrutar con su perro.



Otro punto favorable fue que Aníbal no tirara en los paseos. Eso facilitó que Sara también pudiera sacarlo, por lo que los paseos diarios se duplicaron.
 





Además, le enseñamos el juego de "traer la pelota" lo que hizo que el ejercicio se intensificara enormemente. 



  

Así conseguimos que Aníbal se comportara mejor. La frustración por la falta de ejercicio desapareció. Y además le quedaban menos energías para resistirse a las nuevas indicaciones de sus amos, por lo que la evolución de los cambios fue mucho más rápida y satisfactoria.








Recordad: "Un perro cansado es un perro feliz"

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