La primera visita a la calle de un perro es muy importante. Hay que planearla con antelación y conocer algunos puntos básicos para evitar errores que puedan desencadenar futuros problemas.
Este fue el primer paseo de Ming, chow chow de 3´5 meses, simpático y juguetón. Ming vive en una casa con jardín en el campo, muy alejado de los núcleos urbanos, por lo que para él esta salida tenía especial importancia. No había tenido ningún contacto previo con los sonidos y situaciones que se dan normalmente en una ciudad, por lo que debíamos ser especialmente cuidadosos.
Por supuesto, llevaba la vacunación y desparasitación completas. Esto fue posible porque se empezó temprano con ellas. A partir de 1.5 meses se puede poner la primera vacuna (consulta con tu veterinario).
El objetivo en estos primeros paseos es favorecer que el perro conozca nuevos estímulos y crear asociaciones positivas con ellos. Cada estímulo nuevo (un coche, una bicicleta, otro perro, una bolsa de plástico volando, un portazo, una persiana que sube,…) debe ser "procesado" por el cachorro.
Nuestra reacción en ese momento es importantísima. El perro nos utiliza como referencia para saber si lo que está experimentando es bueno o malo. Un tirón de correa, gritar, salir corriendo,... producen en el cachorro la sensación de que aquello que se presenta ante ellos es peligroso y hay que temerlo.
Así que debemos mantenernos relajados, tranquilos, no debemos aportar nada negativo a la situación. De esta forma, nuestro perro afronta el estímulo con calma, lo explora y lo guarda en su cerebrito como algo normal.
Así que debemos mantenernos relajados, tranquilos, no debemos aportar nada negativo a la situación. De esta forma, nuestro perro afronta el estímulo con calma, lo explora y lo guarda en su cerebrito como algo normal.
Una vez que el cachorro lo ha gestionado y sigue su exploración podemos recompensarle con un trocito de salchicha. Conseguiremos que se produzca una asociación positiva con el estímulo conocido y su reacción calmada.
Es importante llevar golosina canina a mano. En mi caso suelo usar salchichas para humanos; las hay muy baratas y a ellos les encanta.
Bueno, cogí a Ming, le puse su arnés y lo subí al coche en la parte de atrás donde quedó bien sujeto por la correa.
Anteriormente ya se le había acostumbrado al coche, a su sonido, movimiento, vibración, etc. Para ello empezamos desde que tenía 2 meses a meterlo en el coche a jugar, luego con el motor encendido, luego se le dio una minivuelta y así hasta que aceptó los viajes en coche como algo natural.
Cuando abrí la puerta, Ming parecía un poco intranquilo, se notó que era la primera vez que estaba en un pueblo. Los ruidos, los olores que seguramente le llegaban le hicieron titubear antes de decidirse a bajar del coche.
Después de unos instantes bajó e inmediatamente su nariz se fue al suelo. Empezó a olisquear con afán todo lo que había a su alrededor.
A veces se paraba, miraba, permanecía quieto, dirigía las orejas a algún sonido (coches,…) pero pronto volvía a su olisqueo.
En todo momento hay que asegurarse de que la correa no está tensa, mucho más si el perrito se encuentra investigando algo. Vamos despacio, a su ritmo. Él decide por dónde caminar y a qué velocidad.
En esta foto se ve a Ming y, al fondo, la farola junto a la que aparqué el coche. Pues bien, tardamos unos 15 minutos en llegar hasta aquí.
Un punto vital es la socialización con personas. Con un cachorrito tan llamativo como este, rápidamente la gente viene a ti, no hay que pedírselo a nadie. Pero debemos regular estos contactos. Como hemos dicho al principio, nuestra misión es que la relación con estímulos nuevos sea agradable y segura.
No a todos los cachorritos les apetece que los cojan y zarandeen. Y menos si están en su primer paseo por una ciudad, con cierto grado de estrés ante las muchas cosas nuevas que están experimentando. Por eso, anticípate, asegúrate que no se abalanzan sobre tu cachorro.
Lo ideal es que las personas que quieran saludarlo se queden quietas, que lo saluden pero que sea el perro el que se acerque a ellos, les huela y luego puede haber una pequeña interacción seguida de un premio. Mejor si se lo da el extraño.
Este chico, el primero que nos encontramos, lo hizo estupendamente, lo saludó pero ni siquiera se acercó. Ming lo mira curioso, si se hubiera quedado un poquito más, seguramente habría ido a conocerle.
El segundo, llevaba un perro (ahora hablaremos de perros) y también lo hizo muy bien, esperó a que Ming se acercara y le acarició suavemente. Le di un trocito de salchicha para que se lo ofreciera.
Al poco, nos encontramos estos chavales, Ming no tuvo ningún reparo en integrarse y dejarse tocar. Cada uno recibió un trocito de salchicha para que se lo ofreciera. Los aceptó, con mucho gusto.
Ming tuvo suerte, se me ocurren pocos lugares mejores para tu primer paseo que Santa Eulalia del Río. Pequeñita pero preciosa.
No paraba de olisquear. Árboles, farolas, bancos y demás son sitios ideales para el olisqueo. Todos los perros que pasan por ahí, dejan su "marca". Así que olerlos es para ellos como entrar en facebook. Deja que tu perro se "conecte" todos los días.
Socialización con perros. Otro punto vital. Los perros necesitan conocer a otros perros. Se saben de la misma especie y su instinto natural es relacionarse e interactuar.
Si no les damos la oportunidad de que conozcan otros perros pueden desarrollar problemas de miedo y, con ello, de agresividad.
Así que favorecer las interacciones, siempre. Pero con control. Lo primero de todo es preguntar al dueño del otro perro si el suyo es sociable. Si la respuesta es no, sencillamente damos media vuelta y nos vamos, Sin prisas ni estrés, sin tirones ni nervios.
Si la respuesta es sí, permitimos el contacto. Intentemos no hablar en esos momentos, dejemos que ellos interactúen con libertad.
En esto Ming ya llevaba trabajo hecho.
Había participado en algún paseo con otros cachorros por el bosque. También sus dueños se habían encargado de presentarle perros de amigos y familiares desde muy cachorro.
Nos encontramos un perro. En cuanto vio a Ming se puso nervioso y comenzó a gruñir. Estaba suelto, al lado de un portal. Ming lo vio y se acercó con curiosidad, pero pronto supo interpretar las señales del otro perro que le invitaba a no acercarse demasiado.
Pese a su corta edad, Ming captó el mensaje de aquel perrito miedoso (que seguramente no tuvo un primer paseo como este).
La curiosidad de Ming le llevó a olisquear una moto mientras la montaban sus dueños. Ante el inminente arranque preferí apartarle unos metros para que el sonido no fuera tan intenso.
Arrancaron y Ming lo aceptó sin apenas pestañear. Se podría decir que quedaron más asombrados ellos por ver un osito de peluche viviente que Ming por su ruidosa moto.
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