El estrés crónico es un problema todavía habitual
entre nuestras mascotas que tiene consecuencias muy negativas tanto a nivel
físico como psicológico. La calidad de vida del animal se ve gravemente
perjudicada.
En el anterior artículo hablamos del estrés agudo y
de su influencia en las capacidades cognitivas. Vimos lo inapropiado que era el
uso de estímulos estresantes (castigos, correcciones…) a la hora de educar,
adiestrar o tratar problemas en los animales. En el artículo de hoy hablaremos
de lo que pasa cuando este estrés se mantiene en el tiempo.
El estado de estrés es muy exigente, mantener un
organismo preparado para la acción requiere gran cantidad de recursos. Varias
hormonas y neurotransmisores son usados con este objetivo. El
cortisol, la noradrenalina, la serotonina y la dopamina serían algunos de los más importantes. Estas sustancias son muy valiosas y necesarias
en otras muchas funciones del organismo. De ellas dependen el sistema inmune,
el crecimiento, el aprendizaje, el sueño, el mantenimiento del nivel de energía
y un largo etc.
Si el estrés se mantiene, ya sea
porque la situación persiste o porque se repite demasiado en un periodo de
tiempo, estos recursos se agotan. El estrés ya no es eficaz, el organismo no
puede afrontar la situación en cuestión y entra en un estado de ansiedad.
Pero
además todas esas otras funciones se ven afectadas también. El cuerpo bloquea
el gasto de energía entrando en un estado de letargia y depresión; se
deterioran el sistema inmune, la capacidad de aprendizaje y la memoria. Si la situación
continúa se producen trastornos del sueño, dificultad para pensar,
hipersensibilidad al dolor e incapacidad de experimentar placer o sensaciones
gratificantes.
Parece sacado de una historia de miedo pero lamentablemente es el pan de cada día para muchos animales.
Un perro atado a un árbol toda su vida. Suele durar pocos años. La frustración pronto pasa a ansiedad, su cuerpo no puede más, se agota, cede a la enfermedad y muere.
Un perro atado a un árbol toda su vida. Suele durar pocos años. La frustración pronto pasa a ansiedad, su cuerpo no puede más, se agota, cede a la enfermedad y muere.
Los gatos aguantan menos. En origen no son animales sociales y no soportan bien la presión. Escapan en cuanto pueden. Si no pueden, suelen volverse agresivos o extremadamente huraños.

La educación canina tradicional causa muchos casos
de estrés crónico. Se trata de dominar al perro, hacerle ver constantemente,
día a día, minuto a minuto, quién “manda”. Castigar y corregir cualquier
comportamiento que no se considere correcto o que menoscabe la autoridad del
dueño, no importa los métodos ni instrumentos que se utilicen. Si se rebota… mano dura, así entenderá.

Es terrible en manos de un educador, pero se hace horrible y cruel en manos de un dueño que, obedeciendo las consignas dadas (o siguiendo lo que ha visto por la tele), llega hasta las últimas consecuencias.
He visto perros temblando solo porque el dueño ha levantado un poco la voz, perros que se han meado al ponerle la correa. Muchos más mueren sacrificados o son abandonados porque reaccionan agresivamente.
Por fortuna, todo esto está cambiando, ahora sabemos
cómo educar sin producir estrés. Sé parte del cambio.
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